Larrañaga se está quedando sin espacio

Larrañaga «está pasando por un mal momento», dice Vidalin. En realidad, yo veo la situación de Larrañaga como algo más permanente. Su antigua estrategia de ganar la interna del Partido Nacional y la presidencia recuperando votantes que se fueron al Frente Amplio, mediante el sencillo método de imitar el discurso de la izquierda, no está dando resultados.
Larrañaga ya lo intentó en 2004 cuando fue efectivamente la única alternativa al Frente Amplio. Sin embargo, aunque logró dominar la interna nacionalista, fue aplastado en la elección general. Su derrota en 2004 fue tan contundente que ni siquiera hubo segunda vuelta, algo que el país lamenta hasta el día de hoy, y lamentará por muchos años más. Si por lo menos Larrañaga hubiera llegado a la segunda vuelta en 2004 le hubiera ahorrado al Uruguay la orgía de leyes delirantes que el progresismo aprobó en estos cuatro años con sus mayorías parlamentarias. Si algo quedó claro en 2004 es que el electorado nunca vio a Larrañaga como una alternativa nítida al progresismo. Todo fue confuso. Todo parecido.
Lamentablemente, Larrañaga viene por la misma ruta de 2004, con el piloto automático, y su avión parece estar perdiendo altura… sin hablar del rumbo. Me parece que, cinco años después, la gente está curada de espanto. Ya probó y no le gustó. Al menos ese 10% o 15% de votantes cambiantes, que son los que definieron la elección en 2004 y lo volverán a hacer este año, ya no compran la panacea progresista, la ruptura con el pasado a cambio de un cheque en blanco, los outsiders, las chabacanerías y las malas palabras, el discurso populista, la inexperiencia…
La oposición al progresismo es muy grande pero aún no ha mostrado una alternativa clara y una organización contundente. Los líderes opositores deberían estar trabajado duramente y sin pausa en estos aspectos. Si fueran realmente conscientes de lo que entregaron y dejaron por el camino en 2004, no pensarían en otra cosa. Sin embargo, en el reportaje que Emiliano Cotelo lo hizo a Larrañaga esta semana no se aprecia nada de eso. Larrañaga lució enredado en pugnas partidarias menores y mostró otra vez claras señales de estar más preocupado por caer bien en el progresismo que por ofrecer ideas propias.
Larrañaga dice que Lacalle es «de derecha» y «neoliberal» mientras que él defiende a «los pobres, los asalariados, la clase media», y quiere que el Partido Nacional sea «el partido que fortalece el rol regulador del Estado y no el que lo vende». La misma confusión de 2004. Se quiere hacer pasar por progresista, y hasta se manda la parte con un discurso clasista. Para peor, Larrañaga no entiende que no hace falta crear un partido que «fortalece el rol regulador del Estado y no el que lo vende». Ya esta creado. Fue el que lo revolcó en 2004 y que está en el gobierno desde entonces, habiendo estatizado hasta el asado de tira.
Durante el reportaje con Cotelo, Larrañaga recitó una lista de diferencias con su rival en la interna nacionalista que realmente impresiona: «cómo concebimos el Estado», «el papel de las intendencias», «la plaza financiera», «los subsidios al trabajo y la producción», «las políticas sociales»… Y además, por si todo eso fuera poco, Larrañaga dice que su rival es de «derecha» y «neoliberal», por lo que bien podemos inferir que él es «todo lo contrario».
¿No les resulta familiar es discurso? ¿Dónde lo habremos escuchado? Ciertamente no es novedoso. Es muy trillado y vacío. Lo más curioso es que inmediatamente después de tamaña retahíla, Larrañaga repite el mantra de que «el que gane encolumnará al otro, ese es un compromiso que desde ya asumimos marcadamente, cualquiera sea el posicionamiento en que nos ubique la gente en la elección del 28 de junio». Uno se pregunta cómo podría «encolumnarse» Larrañaga a Lacalle si pierde las internas, después de esas confesiones.
La gente está harta de ser explotada por la DGI para que el gobierno reparta los impuestos entre los que no trabajan. La gente está de vuelta de los filósofos de boliche, de que los ministros de estado sean puestos y sacados de una reunión por celular, de que bailen arriba de la mesa,o se duchen en público. La gente está alarmada con el aislamiento internacional del país y su entrega a Chávez, a cambio de un tablero electrónico para el Estadio Centenario. La gente está atrapada en el entrevero de la salud, la inseguridad pública y el desquicio en la enseñanza pública. Y quiere salir. Está saturada de progresismo. De la intromisión asfixiante del estado en todo. Quiere más libertad. Quiere más derecha.
En ese escenario, la estrategia de Larrañaga se está quedando sin espacio.

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