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Historia que se pretende deformar y ocultar

enero 16, 2009

En los últimos tiempos se editaron dos libros que hacen un aporte extraordinario al estudio de la historia reciente del Uruguay. Son dos libros muy diferentes. Uno refleja la experiencia de uno de los mayores estadistas uruguayos del siglo XX. El otro es un trabajo enciclopédico de un reconocido periodista, ajedrecista y profesor de historia. Sin embargo, ambos libros narran una historia que hoy aparece cuestionada y se quiere suplantar por una historia oficial fraguada en el poder progresista.
En el cuarto volúmen de «Orientales. Una historia política del Uruguay» Lincoln Maiztegui cubre el tumultuoso período que va desde los prolegómenos de la dictadura en 1972 hasta el regreso a la democracia en 1985. En su introducción el autor dice que «lo más terrible de este período, sin duda el más sombrío de la historia nacional, es que más allá de oportunistas, prevaricadores y sádicos, que nunca faltan, no es posible trazar una línea divisoria tajante entre buenos y malos, ángeles y demonios, víctimas y victimarios. Todos, militares y civiles, personeros del régimen y opositores, y en particular esa ‘mayoría silenciosa’ que constituye la esencia de todo pueblo, fueron, en diverso grado, víctimas en una suerte de enajenación colectiva que transformó la faz otrora plácida y autosuficiente del país en una máscara de doliente rictus. A lo largo de estas páginas, que esperamos sirvan para enmendar los mitos y leyendas que, a veces involuntariamente y otras con clara intencionalidad política, se han hecho correr sobre aquellos años, se trata de hacer realidad una vieja máxima que dice que las víctimas merecen compasión, pero que son los victimarios los que necesitan que se les comprenda. No para emitir un juicio moral, que en definitiva es y será siempre personalísimo, sino para asegurarse, hasta donde sea posible, que la pesadilla ha terminado y no podrá regresar jamás.»

Por su parte, «La agonía de una democracia» del ex presidente Julio María Sanguinetti se concentra en el período aproximado de diez años en que el país derivó hacia la dictadura militar. En la introducción Sanguinetti escribe que «el 8 de febrero de 1973 irrumpe el Ejército en el escenario político nacional. Desacata al presidente y emite dos comunicados con su programa. Pese al apoyo de la Armada comandada por el contralmirante Zorrilla, el presidente Bordaberry capitula en la base de Boiso Lanza. Este proceso de decaimiento institucional culminará en la madrugada del 27 de junio del mismo año, cuando el Ejército cierre el Parlamento y lo ocupe por la fuerza. Se clausura así una década de enfrentamientos, iniciada en 1963, cuando se registró la primera acción de una violencia política dirigida a sustituir el régimen democrático por un gobierno revolucionario, inspirado en Cuba. En el escenario mundial de la guerra fría, el pueblo uruguayo se deslizará hacia un enfrentamiento al que nadie será ajeno. La irrupción militar es el último acto de esta tragedia, que abrirá el amplio espacio histórico de otra, una dictadura que ocupará otra década; ella no se explica, sin embargo, sin la aparición anterior de la guerrilla. En esa dialéctica de la fuerza se perderá primero la tolerancia y luego la libertad.»
Historia oculta
Estos libros describen hechos históricos que se vienen deformando y ocultando desde hace muchos años, y que el actual gobierno progresista pretende borrar mediante la fabricación de una historia oficial que se inculca a la fuerza en todos los institutos de enseñanza del país.
En efecto, gracias al monopolio de la enseñanza vigente, los maestros y los profesores de historia de todo el país le enseñarán a nuestros hijos lo que manda el programa oficial diseñado por funcionarios del gobierno progresista. No importa si nuestros hijos van a caballo a un liceo rural o en auto a un instituto que cuesta 5.000 dólares anuales. Todos aprenderán las mismas mentiras sobre la historia reciente.
Por lo tanto, parece improbable que libros como los que comentamos hoy puedan ser estudiados en una clase de historia, al menos mientras no cambien las estructuras y los programas educativos.